Historias de bomberos, con aromas de dulces y pasteles

07Feb 2022

Erich Hermann es propietario de un clásico de La Cisterna, que se ha extendido por otras comunas de la Región Metropolitana: la pastelería “El Parrón”. Es bombero -Insigne y Miembro Honorario- de la 1ª Compañía y conoce desde sus orígenes la forma de compartir y competir bomberilmente. Rescata, eso sí, el cariño que, a su juicio, deben mantener las nuevas generaciones por el servicio público en bomberos.

Cuando el destino da señales, nada que hacer, estamos predestinados. El 23 de junio de 1940 Alexander Hermann y Hedwig Kretling contrajeron matrimonio y se fueron a vivir a La Cisterna.

¿Qué tiene de especial este hecho? Ese mismo día, Hermann y Kretling, crearon una pastelería y, al poco tiempo después, nació Erich, su hijo. Ese negocio familiar, que empezó con repartos a domicilio en un triciclo, llamado “El Parrón”, hoy está devenido en un clásico de la gastronomía con varias sucursales en la Región Metropolitana e incluso en el exterior. Y Erich, al llegar a la adolescencia, ingresó a la 1ª Compañía del entonces Cuerpo de Bomberos de La Cisterna. Y, las coincidencias, nuestra primera compañía se fundó precisamente el 23 de junio de 1940, el mismo día del matrimonio de sus padres.

Alexander (Alejandro en español) había emigrado desde Austria en 1936 y luego de estar tres años en Uruguay arribó a Chile en 1939, que es cuando conoce a Hedwig. Tras establecerse con la dulcería, Hermann comenzó una relación de amistad con varios integrantes de la compañía, “entre ellos, un vecino muy querido, don René Larraguibel (fundador de compañía), y don Óscar Encalada, padre de nuestro mártir, que tenía su negocio en Gran Avenida con Manuel Fishmann… Es bonita esa historia, siempre la cuento”, nos dice Erick Hermann.

“Gracias a ese episodio se dio una cercanía muy estrecha con mucha gente de esos barrios con mi papá, que, por lo demás, siempre les cooperaba a los Bomberos con alimentos y también con ayuda económica en los beneficios, algunas fiestas o aniversarios. Por eso, en 1969, tomé la decisión de integrarme a las filas de la 1ª Compañía y cooperar con el voluntariado en beneficio de la comunidad”, añade.

“Personalmente, llevo 60 años administrando la pastelería, que heredé de mi padre. Tengo 78 años, pero empecé de jovencito, a los 16 o 17 años, a trabajar aquí. Justo en ese tiempo ingresé a los bomberos, pero me limitaba un poco. Mi trabajo en la pastelería era muy demandante y siempre de madrugada, pero igual me les ingeniaba para participar en la bomba”, rememora Hermann.

“De los fundadores que recuerdo, y con los que tuve mucha cercanía, está don Ángel Jáuregui (primer capitán de la Compañía), don José Fernández, don Juan Fau, don Armando Lavín y don Manuel Soto. Otros que entraron después fueron Ernesto Mouat, Juan Calderón y Luis Meza”, agrega el ilustre bombero.

Otro aspecto que trae a colación Erich Hermann es que “nosotros teníamos varias instancias de convivencia con el resto de las compañías. Estaban los ejercicios bomberiles, las competencias deportivas, actividades bailables, festivales de la canción y recuerdo que dos veces organizamos carreras de regularidad. Con ese tipo de cosas nos entreteníamos. Estamos hablando de hace medio siglo atrás”.

Centrando la mirada en el deporte, don Erich nos muestra una foto del equipo de fútbol de la 1ª Compañía, de comienzos de los ’70, y que fue tomada por él. En la imagen aparecen -de izquierda a derecha, comenzando por quienes están de pie- Lionel Lüttecke, Víctor Becerra, Guido Traslaviña, Elías Pérez, Luis Meza, Carlos Mundaca, Álvaro González, Ramón Rivera, Mario Silva, Víctor Escalona, Juan Bravo y Sergio Uribe. “El equipo de fútbol de la 1ª Compañía estaba compuesto por bomberos y algunos familiares, y jugábamos entre las compañías de La Cisterna, que en ese tiempo éramos cuatro y dos brigadas. Íbamos también a Quinta Normal, a jugar con otros cuerpos y compañías, pero no campeonatos, sino que amistosos solamente”, sostiene.

“Pero existía una rivalidad muy marcada entre la 1ª y la 3ª Compañías”, aclara. “Ellos querían siempre ganarnos y nosotros ganarles a ellos. Eran partidos encendidos, lo mismo que las competencias. Eran con todo. En la cancha las patadas volaban (ríe), pero aun así éramos muy amigos. Hasta el día de hoy conservo amigos muy queridos de esa compañía: Jorge Saavedra, Jaime Araya (que tenía un hermano) y otros tantos, aunque a esta altura se me olvidan los nombres”, lamenta.

“Y en la Primera -continúa-, nosotros tuvimos la suerte de conocer a varios de los fundadores de la Compañía, que nos contaban sus vivencias de cómo nació la unidad y cómo se juntaron ellos, lo que fuimos trasmitiendo a las nuevas generaciones. Y lo sigo haciendo muy seguido. Tengo fotos de los años ’40, que a veces publico (en las redes sociales), y los chiquillos del cuartel me dicen: ‘que buena la foto’ y lo celebran harto”.

“En mis años iniciales de bombero había mucho respeto y cariño por el compañero que tenías al lado. No sé si hoy cambió eso. Prácticamente ya no estoy activo en las filas. Voy a veces a la bomba y veo a las generaciones actuales muy diferentes. Los viejos tenemos otras vivencias. En cambio, los jóvenes son distintos. No digo que sea malo, simplemente son diferentes”, concluye.

Estas son historias de bomberos de antaño y de mucha camaradería, como para seguir la conversión con un buen café y un dulcesito de El Parrón.