“Hola, ¿qué tal? ¡Festival!”: conozca la historia de los hermanos bomberos Enrique y Manuel Maluenda

18May 2022

Mientras uno se dividía entre las luces del espectáculo y el combate contra las llamas, el otro Maluenda ejercía su pasión sacerdotal entre incendio e incendio. Los une, aparte del lazo sanguíneo, el amor por el servicio público.

Que haya hermanos bomberos no es precisamente una novedad en nuestros cuarteles. De hecho, hay muchos. Sí se sale de lo habitual cuando esos hermanos son Enrique y Manuel Maluenda.

El primero, famoso animador de televisión; el segundo, sacerdote durante más de 20 años (entre 2000 y 2021). Y, además, con una curiosidad extra, estaban en Compañías distintas de nuestro Cuerpo de Bomberos Metropolitano Sur: Enrique en la 2ª Compañía “Bomba Lo Espejo” y Manuel en la 3ª Compañía “Bomba San Miguel”.

Lo que pasa es que Enrique tiene muchos más años de voluntario que yo y su señora, la Meche (Mercedes Ramírez), vivía en Lo Espejo y el Capitán Ramírez, que estaba a cargo, le dice que ‘para pololear con mi hermana, hazte bombero (ríe)’. Entonces, así se conocieron. Esto fue hace muchos años. Después Enrique fue Relacionador Público en comisión de servicio mientras estuvo fuera del país para no perder los años. Yo siempre he vivido en San Miguel e ingresé después de harto rato. Recién ahora cumplo 12 años (entré en 2009). En cambio, Enrique iba a Lo Espejo y vivió allá un tiempo largo”, relata Manuel.

Enrique tenía la dificultad de que no podía ir a los actos de servicio y aunque él diga que no, resulta que había una exigencia del canal de TV por si le pasaba algo. ‘Oye, tienes que salir en la tele y no puedes haciendo cosas que te impida cualquier dificultad’”, añade.

¿Qué responde el hombre que inmortalizó la frase “Hola, ¿qué tal? ¡Festival!”? “El tiempo siempre me alcanzaba, porque las grabaciones y programas (como ‘Dingolondango’ o ‘El Festival de la Una”) me dejaban espacios libres, los que dedicaba completamente a mi 2ª Compañía. Nunca tuve problemas. Además, que para los voluntarios de mi 2ª, yo era un bombero común y normal, pero en los incendios la gente me reconocía y me pedía autógrafos, fotos, etc., y muchas veces por complacerlos tenía que interrumpir mi trabajo de bombero. Pero, a menudo, me excusaba porque debía cumplir la obligación del uniforme”.

Los recuerdos afloran en don Enrique, que hoy con 86 primaveras nos cuenta que es voluntario desde 1962 y que “tengo más de 50 años de servicio, por lo que soy miembro honorario del Cuerpo de Bomberos Metropolitano Sur (distinción por 30 años) y bombero insigne de Bomberos de Chile (distinción por 50 años). En mi Compañía había una calidad de bomberos extraordinaria. Todos mayores, los que organizaban los famosos curantos para reunir fondos. Yo fui un gran colaborador aportando con artistas y shows”.

En esa época se hacía un bautismo de bienvenida, en chiste, con un trago de vino tinto que se ponía dentro del pitón y se iba soltando en la boca del recién ingresado. Luego venía el aplauso y los abrazos de todos los voluntarios, con los que aprendí a querer a la Compañía. A la fecha, sigo siendo un enamorado del esfuerzo que se hace para cumplir con la ciudadanía”, agrega el segundino.

¿Su primer incendio? “Fue un bosque al sur de Lo Espejo, donde quedamos casi encerrados por las llamas. Por suerte el capitán Aliro Ramírez nos hizo salir rápidamente por un espacio que había y que no se había incendiado todavía. También recuerdo un llamado en una barraca de madera, donde se estaba quemando una torre y nosotros nos subimos a la cumbre de esa torre para apagarla y nuevamente el capitán nos obligó a bajarnos, porque estaba a punto de derrumbarse”, contesta con claridad el animador

Mientras un Maluenda se dividía entre las luces del espectáculo y el combate contra las llamas, el otro Maluenda ejercía su pasión sacerdotal entre incendio e incendio.

Era completamente compatible hacer ambas cosas. De hecho, el sistema de comunicaciones del Arzobispado de Santiago, que era un diario, me hizo una entrevista, porque no había otro. Para ellos era muy llamativo ser cura-bombero. No solo era importante solo por el hecho de ir a las ceremonias de bendición de un carro, sino que también por lo que significaba el servir a la comunidad y tener una mirada distinta, desde lo humano, en situaciones tan tremendas y traumáticas como la muerte de una persona, la destrucción de una habitación o un choque”, sostiene Manuel.

Fui el capellán de la bomba, me ha tocado coordinar dos funerales y todavía me dicen ‘padre’, aunque ya no lo soy. Es como el profesor, que le siguen diciendo ‘profe’ hasta el final. También fui muchos años Consejero de Administración y ahora estoy de Relacionador Público. Así que nunca he dejado de hacer algo. Me dijeron en la Compañía que tengo más de dos mil llamados a los que he ido. Es que uno no toma en cuenta eso de los porcentajes y los números, así que van a darme premios (ríe). Me siento querido y respetado”, concluye con orgullo a sus 59 años de vida.

Obvio, por la diferencia de edad nunca, los hermanos Maluenda pudieron salir juntos a un llamado y la última vez que compartieron un acto público fue en 2019. Los une, aparte del lazo sanguíneo, el amor por el prójimo, el servicio público y la vocación que implica portar casco, botas y mangueras más allá del oficio diario. Un ejemplo a seguir de todas maneras.